Torto de uvas

Aunque yo en casa nunca lo he visto, es uno de los sabores perdidos más añorados de la infancia de mi madre y mi tía.
Cuando mi madre le ponía al bizcocho de yogur pasas o uvas en vendimias, siempre recordaban lo buenos que estaban los tortos de uva que se hacían cuando eran pequeñas, y que consistían simplemente en masa de pan con uvas frescas, algo de aceite y azúcar.

El otro día, buscando por internet una receta de focaccia me encontré con ésta que me recordó a los famosos tortos que yo nunca había visto ni probado. Aprovechando que iba al pueblo y que había uvas colgadas en casa de esta última vendimia (aunque fueran blancas en lugar de tintas) me inventé un poco la receta y salió esto...


El sabor es muy curioso porque tiene cierto toque de vino, aunque no lo lleva. Las uvas, por efecto del calor del horno se quedan ligeramente pochas, y sus azúcares concentrados, aunque no dan sensación de empalago.

Como a las horas que me puse a hacerlo no podía contar con masa de pan sobado, la hice en casa a ojímetro, así que lamento no poder dar una receta exacta.
Empleé unos 300g de harina de panadero (la compro en el horno del pueblo y es con la que hacen pan candeal), unos 100g de semolina de trigo (la compro en Alcampo), 12 g de levadura fresca de panadero (de Mercadona), aceite de oliva virgen extra de aceituna cornicabra, azúcar, sal, agua mineral y un racimo de uva blanca o airén.

En una fuente honda y grande, hice una papilla con tres cucharadas de azúcar, la levadura, un puñadito de sémola y dos de harina y la suficiente agua para que quedara cremosa. La tapé con plástico film y la dejé a temperatura ambiente toda la noche.

A la mañana siguiente, añadí una cucharadita de sal, 1 cucharada de aceite de oliva y el resto de la harina y sémola hasta hacer una masa blanda y algo pegajosa. Amasé durante cinco minutos y la dejé de nuevo reposar cubierta con plástico durante seis horas a temperatura ambiente.

La masa se hinchó más del doble pasado este tiempo, con lo que volví a amasarla, sacándole el aire e incorporándole poco a poco 3 cucharadas de aceite de oliva, la dejé reposar quince minutos y la dividí en dos partes, una de ellas ligeramente mayor.

Extendí la más grande de ellas en un molde para pizza con agujeros en la base y la cubrí con las uvas desgranadas y sin rabito, espolvoreé con algo de azúcar y cubrí con el otro trozo de masa, juntando y pegando los bordes como si fuera una empanada.

Cubrí el molde del torto con plástico de nuevo y lo volvía dejar reposar una hora. Mezclé tres cucharadas de azúcar y 2 de agua, sin que hubiera suficiente líquido para que pudiera disolverse del todo y pincelé la superficie del torto con aceite y luego con el azúcar.

En horno precalentado a 210ºC lo metí en la posición más baja sobre las parrillas (quería que la base se tostara igual que la superficie, por lo que me parece que la rejilla del horno hace que el calor sea más directo que con la bandeja) y lo dejé 20 minutos con función ventilador 10 de ellos.


La receta ha gustado en casa, aunque no ha habido alusión alguna a los famosos tortos de la infancia de mi madre y mi tía. Habrá que seguir intentándolo...

Estrella, Miguel del Blog de Calata, Su de Webos fritos y demás manchegos confesos, si habeis visto u oído alguna vez sobre esta receta, iluminadme un poquito!!